El nombre GT-R apareció por primera vez en 1969 con el Skyline 2000 GT-R, un sedán japonés que sorprendió en competición local gracias a su rendimiento, de manera que, lo que en principio era un coche pensado para las carreras acabó sentando las bases de uno de los deportivos más icónicos del mundo.
Tras evolucionar en los setenta y ochenta, el Skyline GT-R alcanzó su máximo reconocimiento en los noventa con las generaciones R32, R33 y R34, que dejaron huella por su tecnología, su dominio en circuito y su presencia en la cultura popular.
Fue en esa época cuando la prensa australiana lo bautizó como Godzilla, un apodo que lo acompañaría siempre y que resume bien su carácter: un monstruo japonés capaz de enfrentarse sin complejos a gigantes europeos.